Que gozo los asuntos y las coqueterías de estos dos! Eva es una cachonda, poco a poco lo va llevando al huerto, va encontrando el nombre de cada cosa, le va enseñando, y Adán que primero se resiste pero luego... Ya se sabe, luego resbala y cae y Eva se siente más feliz y dispuesta a todo. Me he reído como un río que no acaba de encontrar su orilla, porque si algo tiene esta narración del maestro Mark Twain (1835-1910), del padre del traviesillo Tom Sawyer, es que sabe colártela sin que te des cuenta pero cuando te das cuenta te preguntas cómo con tan poco (en apariencia, en apariencia) se puede conseguir muchos efectos, e ir del fino sarcasmo a la frase bien trabajada para moverte por dentro y percibir que una cosa es cuando vamos creciendo y aprehendiendo y otra muy diferente el golpe y las garras de lo aprendido, que te sirva o no ya es otra cosa. Lo malo es que de aquella primera Eva, como quien dice, hasta las Evas de hoy, ha llovido en abundancia, y han habido no pocos huracanes, y no pocas reivindicaciones, y no pocos logros, pero en esos diarios ya se ve que la famosa fuerza masculina es un poco tontorrona y que mejor esas Evas que nos guíen de un modo mejor que los Adanes que únicamente se amparan en modelos y modos poco recomendables. Me gusta esa Eva, y hasta ese Adán, y como me reí con ellos por la agradable prosa del maestro que se educó en varios oficios (a parte de aprender lo suyo en las riberas del Mississipi) pues que visítenlo, valen sus oros esas pepitas. Y si hay que morirse de risa por cómo Eva sabe entrar y salir de las tozudeces de Adán, pues murámonos carajo, que una muerte así no deja de tener, el fondo, una larga y eternizadora huella por aquello de los paraísos perdidos y todo eso. Hermosa edición y hermosas ilustraciones de Francisco Meléndez. Larga salud a ediciones Libros del Zorro Rojo. Vale.
Ubaldo R. Olivero
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