viernes, 30 de julio de 2010

Recuerdo infieles

Soy devoto constante de los recuerdos infieles antes que de los recuerdos fieles. La infidelidad de los buenos recuerdos se parece bastante, por sus libres añadidos y supreciones, a la orgullosa fantasía de las matemáticas. Estas, las fantasías de las matemáticas, cuando quieren que un buen recuerdo pase de un cubo a un pentágono, o de un pentágono a la estimulante figura de un dodecaedro, hacen del arte del fantasear, un camino abierto, no sujeto ni forzado a excesivas racionalizaciones (de un dodecaedro a un círculo hay muy poco viaje, apenas una breves limaduras), pues tiende a ser y obrar la fantasía que todos llevamos dentro, cuando no se le aherroja con cadenas de nulo misticismo, un río alegre, una montaña para buscar, y probablemente encontrar el sosiego necesario en sociedades tan prisioneras como las de hoy. Deberíamos detenernos de cuando en cuando, y hacer el viaje de la piedra a la estatua, como dijo no recuerdo dónde el poeta lusitano autor de Ensayo sobre la ceguera, muerto poco ha. No es posible ni sano condenarlo todo (nunca lo fue) a un número preciso e inamovible de reglas. El ayer y el mañana nunca dejarán de ser, por suerte, pasadizos donde cada cada cual sueña con ese círculo misterioso que lo lleva de un punto a otro punto, y en cuyo viaje la defensa de la fantasía necesita de movimientos libres y energías limpias de retos superficiales.
Ubaldo R. Olivero

lunes, 26 de julio de 2010

La hoja roja

Hay libros mudos, y libros que hablan, y libros que saben callar a tiempo para que la historia continúe dentro de nosotros un viaje menos efímero, menos impaciente por acabar. La hoja roja, de Miguel Delibes, es un libro así, un libro que no termina nunca porque el ejercicio del nunca no comulga con la religión de la historia que se predica en la novela. Eloy y la Desi están más allá de la soledad que irradian sus vidas, y cada movimento de sus almas viene a ser como la ola que rompe en los acantilados, viene la ola, rompe con fuerza y vuelve a sus orígenes para regresar una y otra vez, así las soledades y así el amor que los une, los tienta, los envejece y los renueva una y otra vez como la ola de antes, como el primer grito del mundo cuando en las cavernas un alma necesitó del calor de otra para no impedir que le creciera un inmenso desierto dentro, para impedir una muerte poco compasiva y todavía por nacer.
Ubaldo R. Olivero

viernes, 23 de julio de 2010

Habana con Kola

Que música más sabrosona esa de Habana con Kola. Te mueves por dentro y te mueves por fuera, importantes las dos cosas. Si las ideas se mueven, se mueve también el cuerpo, y viceversa. Tocan de cuando en cuando en el Harlem, que se pone bien bien. Hay quien me dice "Es como estar en un pedacito de Cuba" y yo le digo "Efectivamente".
Esos muchachos de Habana con Kola saben tocar y componer, que no es poco en estos tiempo de cortar y pegar con tan extraña y bochornosa facilidad. Nada, que por tan poco, tienes ese mucho. No abundan músicos así tan entregados y esperemos que les vaya mejor porque, a mi entender, se lo merecen y tienen ganado. ¿Que tus ideas están un poco tontinas y rígidas y necesitan aire y distraerse un poco? Vete a verlos y bailarlos, te sentará bien a ti y a tus ideas. Y con el elemento añadido de que los camareros/as y la gente del Harlem saben estar en su sitio, son agradables y desenfadados, saben mantenerse. O sea que a esos muchachones y muchachonas también hay que cuidarlos. No te detengas, acércate un rato por ahí y comprobarás que estas palabras mías, nacidas del cerco de mi dientes (así lo decía el gran poeta Homero en sus obras) tienen fondo y contenido, no solo forma. Bébete un trago a mi salud y cuida tus riñones. Ubaldo. R. Olivero

jueves, 22 de julio de 2010

Algo de sentido

Que se dejen de cuento. Ellos saben (o intuyen) que nosotros sabemos e intuimos. Uno se pregunta ¿por qué tanto fingir? Conviene adornar a veces la casa, pero una casa con demasiados adornos innecesarios puede conseguir que la casa se derrumbe, y si la casa se derrumba, nos quedamos sin techo donde guarecernos, sin techo para poder invitar a los amigos que necesitan amparo y cobijarse de las malas estaciones, como aquel que dice. Leí un libro hace poco importante. Fuck América, uno de esos libros que cuenta sin contar, y que revela, y provoca que te rebeles ¿No deberían conseguir eso los buenos libros, los libros que deberían estar más allá del famoso bien y del no menos famoso mal? Quien sabe. Eso es lo que creo y quiero creer. Lo leí y lo recomendé. Y quellos que se sumaron a mi recomendación, se sintieron sacudidos, se sintieron revelados y rebelados. Han pasado años y su vigencia permanece, su silencio que habla permanece en activo. Ah, la bendita inocencia que tantos queremos proteger! ¿Antes no habría que cruzar según que desiertos, empañar no sé que espejos, beber de no sé que ríos o fuentes? Eso no estaría mal, por lo menos Ellos sabrían que sabemos, otro asuntos es disimular que no, mientras tanto, el río fluye. U. R. Olivero