lunes, 12 de diciembre de 2011

Mejor con pelos

Me la encontré frente al Liceo. Estaba preciosa., arrebatadora.Con ese cuello tremendamente humano y al mismo tiempo bestia, animal, cuello de gacela, cuello para caer rendido y violentarlo una y mil veces, claro que sí.
"¿Que tal?"
"Yo bien y tú?"
"Ahí, currabndo en un bar del Gótico. Salgo echa polvo de trabajar pero voy tirando"
"¿Nos tomamos algo?"
Se miró el reló y de sus labios escapó ese,
"No sé... Tengo que descanzar hoy... "
Ese No sé desvaido cuando se tiene poco que decir y muchas ganas, cuando se tiene hambre, y por dentro la sangre pulsa, agrede, se manisfiesta como mismo se manifestó cuando aquel homínido de antaño se lanzó voraz sobre la moza tumbada bocarriba dentro de la caverna y lo esperó para espantar con sus gritos a los bizontes de la pradera, como aquel que dice.
"Anda mujer, hace tiempo que no nos vemos"
"Bueno pero solo una. Tengo que descanzar que mañana es fin y curro mogollón"
"No te preocupes"
El caso es que la última vez ella no se había depilado y la cosa quedó que cuando nos volviéramos a encontrar pues que nos íbamos a la cama como fuera. Le dije una y mil vecess que eso no me detenía, y ella que le sabía mal, que se sentiría sucia, que si esto que si aquello y lo de más allá pero sus ojos decían Tengo hambre, Lléname, Sáciame... Todo eso fue lo que vi aquel día.
Nos fuimos a un bar de la Plaza del Pi donde trabaja mi amigo Luis, de Perú. Es un bar un poco tristón pero la parte cálida del asunto la ponen mi amigo Luis, y Diego, su compañero, y cuando no es Diego ni Luis está el muchachote ese de Senegal, ahora se me fue su nombre de la cabeza. En fin... que birran van y birras vienen y en eso que me acuerdo y la tanteo. Ella dice que va un momento al lavabo y Luis me mira como diciéndome,
"Esta ya cayó. Ya es tuya"
Llega del lavabo y pide un chupito de Tequila, que para entonarse, me dice. Yo no acabo de caer pero al momento añade,
"Bueno, hoy no estoy bien porque..."
"No me importa". Me le adelanté.
"¿En serio que no?"
"Pues no. Además eso me excita muchísmo y hasta creo que tanta modernidad termina por matar ciertos instintos y plastificar"
"Eres un caso chico. Vamos anda, antes de que me arrepienta"
Y nos fuimos para su hermoso ático y desde allí nos entró la luna por la ventana y me sentí el más feliz de los cazadores cazados.


U. R. Olivero





lunes, 21 de noviembre de 2011

Cuestión de gaviotas

No ganó la derecha, que quede claro desde ya. Ganó la pecaminosa ignorancia. Y más que ganar la ignorancia ganaron ciertos programas de televisión de según que cadenas insulsas, ridículas, cuyos tertulianos y tertulianas no pueden hacerse visibles si no es dejando en los platós y similares los vómitos que salen de sus gargantas, "del cerco de los dientes", diría el bueno y santo de Homero.


Cuanta más ignorancia se expanda, mucho mejor, mejor se les manipulan y entretetienen con promesas a esos que van al estadio a gritar su jugador favorito. Siempre fue así (ya lo dijo el grande Juvenal en la Roma de ayer) pero hoy esos poderosos que acaban de ganar tienen a su favor el insulso dulce de la velocidad, las imágenes bobaliconas y a veces muy tristes en la pantalla, el traicionero gesto de prometer algo cuando en ese mismo instante su pensamiento vuela por otro páramo, que quedará Dios mío cuando ya hayan acabado de repartirse y zamparse todo el pastel y se vayan con su música de fondo a otro lugar para repetir la misma o parecida colonización. Que triste!


Y cuando pasen estos años de mandato correspondiente y los asuntos públicos no hayan prosperado en ningún sentido, los mismos votantes de ayer serán los que continuarán el juego de los nuevos Dioses que vendrán con sus millones de palabrejas promisorias, hasta que ya no podamos más y todo esto se haya ido pal carajo, como aquel que dice, y para entonces, el Kilimanjaro tampoco podrá llorar su nieve ni reclamar un escaño en la naturaleza pues ya será tarde. Sigamos durmiendo, es lo que nos merecemos. Y mientras tanto el avecita esa que tienen como logo, tan mona y libre por los cielos, habrá emigrado a otros continentes y para entonces quizás solo podamos percibir, como peligroso espejimo, una rapaz al acecho de un niño desprotegido por el hambre y la miseria como en la foto de Kevin Carter. Que Dios nos ampare.








U. R. Olivero


martes, 8 de marzo de 2011

La historia del constructor de puentes

Scott Waring ha perdido a su mujer. ¿Podrá Scott Waring recuperarse un día, de una vez y para siempre, de esa pérdida? La amaba, y como esos amores que aunque nos abandonen nunca nos abandonan, Scott Waring intentará atrevesar ese desierto del dolor al que lo han obligado la gente de la Gestapo, los de la SS al comienzo de la Primera Guerra Mundial, e intentará empezar de nuevo, intentará borrar el horrible pasado (pero nunca olvidarlo, eso nunca) al que los de la SS nazis lo han encadenado. Y lo conseguirá. Pero para conseguirlo ha de viajar mucho con él mismo, y más allá de sus intenciones por cerrar la herida. Scott Waring al final se convence de que los que nos hace verdaderamente fuertes y nos salva es empezar de nuevo, una vez más, porque mañana, como dice un amigo mío de una isla del Caribe, el sol sale mañana y nos alumbrará, y cuando llegue la noche de mañana, al día siguiente el sol volverá a salir. Y ahí estará esperándolo a Scott Waring, Janet. Y Janet querrá también olvidar lo que le sucedió a los 11 años en el campo de concentración de Dachau. Juntos comenzarán otro camino de liberación, otro camino de salvación, otro nuevo nacimiento. Hermosa y triste y grande historia de Howard Fast, el escritor norteamericano muerto en 2004, pero vino y se quédó para siempre con nosotros porque nos dejó sus obras. Obra importante La historia del constructor de puentes. Léanla. Entren en ella. Y cuando salgan de ella ¿creen que serán los mismos? No lo creo. Con las buenas obras sucede lo que con las aguas de un río, que pasan y ya son otras y nosotros otros y el río otro.
Ubaldo R. Olivero

jueves, 3 de marzo de 2011

Diálogos

Están ahí, frente a un estante del FNC, y ella le dice agarrando un libro que se llama Paradero desconocido,
"Mira, este libro mola cantidad"
"¿Si? ¿Es policíaco?"
Ella,
"No, va de los nazis. Mira te lo puedes leer en quince minutos, se lee rápido. Te molará"
"¿Pero es muy corto no?"
"Ya pero es bueno y sencillito. Yo me lo leí de un tirón"
"Bueno me lo compraré. Si tú me lo recomiendas..."
Ese diálogo estúpido me sorprendió. Me pregunté si esos dos mequetrefes sabrían leer y qué entendían por leer. Me asusté. Estamos en manos de alimañas así. No me extraña que funcionen tanto los libros de autoayuda y según que programas en la televisión. Carne de cañón esos pobres.
Lo jodido de todo es que lo tienen demasiado fácil. Si les quitáramos la red que tienen debajo habría que ver si se arriesgan a ser funambulistas en esta jungla. No sabía que un libro fuera corto o largo dependiendo del número de sus páginas. Primera noticia. Que lástimas de que por todos lados esto esté lleno y rodeado por energúmenos de ese calibre que, los pobres, en el fondo no tienen la culpa de serlo ni de haber llegado hasta esa poco seductora orilla del río del vivir. Me siento solo y triste. ¿Qué podemos hacer? No se me ocurre nada. Mañana Dios dirá pero mientras tanto la lepra se extiende y va mutilando poco a poco muchas partes del cuerpo mental, de las neuronas que reclaman salud, de la poesía que todos, de una forma u otra, llevamos dentro.
Ubaldo R. Olivero

martes, 1 de febrero de 2011

Anónimos?

Allá en Playa aprendí a tener, como aquel que dice, ojo de águila. Por un lado me obligó la terca necesidad, madre virtuosa que bien enseña, y en poco tiempo, lo que se ha de evitar aprender toda la vida pues tiempo no hay para tales menesteres.
Sea como fuere, sí que sobrevuelan por mi magín dos o tres nombres, Ana Margarita, por ejemplo, de la Casa de Cultura de Mayarí, que me mandó a Playa algunos libros y que siempre agradecí pues bien que esos libros me ayudaban a nadar contracorriente cuando se terciaba y me aburría. O a Soe, mi buena amiga de Cabal, que me decía "Mira, te dejo este libro. Cuéntame cuando lo termines qué te parece. Ya sabes que mi biblioteca la tienes abierta siempre" y me iba con el libro para la parte de la playa, debajo de las uvas caletas, y ahí me pasaba mis buenos ratos, de viaje, fantaseando por los nortes y los sures del mundo, que bueno era viajar sin moverte. Y al mismo tiempo afilaba mi lengua para cuando me tocara entrarle a las pepillas y rendirlas en menos de una hora, antes de que llegaran a la fiesta de la guagua de la música los otros buitres, vamos que como decíamos por allá "Oye socio, si eres rápido entonces puedes vivir en el oeste" y esos verbos que aprendía, en esas facilidades con ponerle a las palabras la música necesaria, me salvaron más de una vez, y eso no se puede pagar con nada.
Llegue hasta esas buenas amigas mi más sincero abrazo, y ojalá podamos vernos el año que viene si viajo a la isla. A ver si todavía se mantiene el Concurso de relatos Lengua de Pájaro. Obra humilde de mi gente de allá que me merece muchísimo respeto porque son capaces de con casi nada, hacer milagros de los buenos, de los que tampoco se pueden pagar, sí bendecir y estimular para que se mantengan ahí, en el yunque, como buenos forjadores. ¿Anónimos del todo? No del todo, más allá del ojo siempre hay otro ojo que nos ve y estamos a la par.
Ubaldo R. Olivero

viernes, 28 de enero de 2011

Cajimaya tampoco se acaba

En aquellos días yo también era dichozo, y cerca de casa pasaba un río. Un río un poco pobre de corriente pero nos entusiasmaba cuando crecía los días de lluvia (hay ríos que pueden crecer de otra forma, sí) y nos íbamos para el puente a lanzarnos desde ahí a sus aguas revueltas. Desde casa mamá me gritaba que tuviera cuidado, que no me lanzara, que podía poasarme esto y lo demás allá, pero es que mamá era un poco aspavientosa, solía exagerar. Años más tarde me acordaba de Daniel el Mochuelo en El camino, que no quería irse de su campo, de su gente, y comprendía bien sus historia porque se trataba de una historia que leía la mía, los libros buenos de verdad nos leen y se quedan en suspenso para que tu completes lo que a primer nivel nos parece que les falta, pero cuidado, suelen engañar no pocas veces, siempre hay algo más que nos tienta pero no sabemos bien de qué se trata. En aquellos días yo era feliz, hoy puedo reconocerlo abiertamente, lo reconozco abiertamente. Y no sé si hay algún lugar en el que uno pueda volver a vivir situaciones parecidas (no, no es pesimismo, de veras que no lo es), lejos un poco de esas vulgares tiranías y ruídos que infectan hoy el poco sosiego que uno intenta encontrar. No las mencionaré. Sabemos cuales son así que para qué mencionarlas. Bueno, escribo estas breves líneas porque ayer fui a cenar a casa de mi amiga Gemma y en algún momento sobrevoló cierta novela de cierto autor cuyo título parafraseo porque ese autor parafraseaba al autor de Adios a las armas y Un gato bajo la lluvia. En fin, que pensé "Coño, mi Cajimaya si me pongo tampoco se me acaba" porque allí fui rico porque fui pobre, y sobretodo fui feliz.
Ubaldo R. Olivero

martes, 4 de enero de 2011

Hatuey

Llegaron y le preguntaron si todavía creía en el hombre
y le enseñaron los leños muerto de la futura hoguera
y eso le dio miedo
pero vio alrededor todo lo que el hombre había hecho y se asustó aun más y creció su miedo
lo amarraron a un un poste
le mostraron una cruz y le dijeron que la besara para salvarse
y su miedo no le dejó mover los labios
ni el corazón
ni la sangre quería fluir por sus venas
ni su vida pasada volver a creer en el más allá.


Escupió con rabia en la cara del sacerdote.

Otro prendió los leños y la hoguera vivió
y él con ella.



G de H