Viajé a Madrid y me chocó el asunto ese del metro. Uno cree que vamos en la dirección que rueda el vagón (si atendemos al gráfico que señala las distintas paradas de la línea en la que viajas) y nones, que vamos en la dirección contraria, un poco al reves, como aquel que dice. ¿No va el mundo un poco así? No es nada importante pero algo lo es. Hay algo en la momumentalidad de la Villa del oso y el madroño que me asfixia, no sé bien qué, quizás prefiero continuar en mi aldea, (palabras, papel, imágenes e imágenes, de fuera y de dentro) empezar a construir la casa por los cimientos, cosas así, no fue de otro modo en que se empezó a laborar el barro de ese homínido llamado Homo sapiens, ese mismo que aprieta el botón de un Caza bombardero y suprime del paisaje a animales de su misma especie (desde de Vietnam y mucho antes). Y anduve un poco por ahí y me gustó escuchar el castellano, una especie de medida y tiempo entre las pantuflas y el pijama, en un café de media intensidad por ahí por el barrio de Chueca, a dos tiros de arcos (continúo en la aldea) del metro Chueca. Y aquí en los madrises entré en algún que otro blog de cubanos ¿escritores? que viven en Madrid, según me sugirió un amigo, y me sorprendió, me sorprende, la facilidad con que algunos mecanógrafos se colocan ahí, en la parte de Comentarios y escupen y cocen frases vacías, creyéndose, los ingenuos, que dicen algo, que argumentan algo. Y citan y citan y presuponen lo que no deberían. ¿Han leído a Luciano? ¿han leído a Boecio, a Gracián, a Mateo Alemán, a Montaigne? Vaya, como rinde un viaje sin moverte mucho por las callejuelas del reino que supo tan bien tejer y destejer Pérez Galdós en los bajos y los altos fondos. Y me moví. Y crecí un poco más dentro de la librería Eléctrico Ardor Libros, con las buenas y cuidadas ediciones que tienen allí Alicia y Martín, libros grandes por sus pequeñeces, libros de fondo que se aprecian desde la superficie por lo sabio que contienen sus palabras bien puestas y abiertas. Nada, que si andan cerca, Pelayo 62, por ahí por Chueca, un paseíto por la librería quizás no les vendría mal. De demasiadísimos escritores está sobrado el mundo, de libros realmente buenos y luminosos, no, por desgracia. Buen provecho y ojo al parche como reza el refrán.
Ubaldo R. Olivero
Ubaldo R. Olivero
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