viernes, 13 de agosto de 2010

Besos de fogueo

Pícaro y codicioso en sus construcciones narrativas, Montero Glez sabe que decir algo que se acerque a decirlo todo pero sin decirlo todo, es buena señal de mostrar ser un lector competente, un aprendiz que se fija bien en los palacios donde viven los maestros del contar, y ahí radica uno de sus brillos, y ahí están esos Besos de fogueo, que ayer entré en su territorio y una vez más tuve mucho placer en saborear su prosa, sus ardides para que el ritmo no desalentara ni un momento, ni la voz que cuenta lo que llegó a su memoria por otra vía, sea una voz extraña, una pasajera que incordie. El uso de los símiles lo borda y el uso de los adjetivos no lo borda menos. Bueno eso de que al hablar de las uñas poco adecentadas de un sin techo que se refugia en el metro por ahí por Alcalá, en Madrid, diga que le parecen "como mejillones".
El relato se llama "Sin mierda en las tripas". Léanlo, no se decepcionarán con la carpintería fina de este adicto de las zonas oscuras que viven en nosotros y que sabe tan bien filtrar para que nos llenemos de tristeza y para que al mismo tiempo nos alegremos de esas tristezas. Y ese relato del hombre que va a un sitio medio secreto para saciar sus hambres sexuales que todavía no han salido del famoso armario, y al final descubre, por ese perfume que le llega de Oriente que quien se la endiñó por el mapamundi fue su propio hijo, y todo queda en familia, como aquel que dice. Léanlo y disfrutarán. Y se sabrán en todo momento ante un artista que sabe decir sin decir. Voto a las prosas de Montero Glez.


Ubaldo R. Olivero

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