sábado, 13 de noviembre de 2010

Lo que la música puede

La música, hasta cierto punto y a veces un poco más, puede alcanzar lo que el pensamiento demasiado correcto y en exceso rectilíneo, no puede conseguir. Si el cuerpo se mueve se mueven las ideas y viceversa. La música tiende a corregir (para el bien de nuestros flujos interiores) lo que de malo pueda haber en nuestro modo de comprender el mundo y nuestros modos de enfrentarlo. A ciertos poderes les interesa que la gente no discurra, o sea que sus ideas bailen, o sea que alguien, pacientemente y sopesando pros y contras, llegue a un punto determinado, cuestione cosas, niegue a una bandera para defender todas las banderas, como aquel que dice. La música es el ejercicio del interior para escapar sin huir, para dar el paso sin temer, para pensar que al otro lado no todo ha de ser oscuro porque no vemos la luz a un primer movimiento de los ojos, del pensamiento de los ojos. No son pocas las veces en que uno se siente perdido, como se sentían muchos por allá por la Edad Media, y necesita creer en que algo, por poco que sea, no está definitivamente perdido. Pero... ¿qué pasa cuando nos empeñamos en que las anteojeras nos impidan mirar para un lado y tratar de ver allí lo que en frente no se nos manifiesta? ¿Qué sucede cuando borramos y negamos los matices que componen el arcoiris de los detalles y creemos que no puede transformarse un hexágono en un círculo si pulimos un poco sus aristas? Pasa que las ideas del cuerpo y el cuerpo de las ideas no se encuentran y el río desaparece para imponerse como pantano. Y los pantanos ayudan poco a la hora de seguir el curso de una determinada corriente (la que sea) y suelen limitar sus límites y cuadricular el círculo. Somo hijos de Natura, madre no poco verdadera y menos legitima que la que nos trajo y nos amamantó cuando asomamos a este lado. Lo que Natura (o sea la música que en ella se manifiesta un día sí y otro también) no nos comunica, no nos pueden decir ni comunicar las rígidas posturas y envoltorios de ciertos poderes empeñados en que la gente tire del carro sin mirar para un lado ni para otro, y mientras tanto, la fábrica de maniquíes hace su agosto y las multinacionales influyen y hasta determinan. Recuerdo al poeta "Oh Roma / en tu grandeza / huyó lo que era cierto / solo lo fugitivo permanece y dura". O sea que bailemos para que discurramos y la música nunca deje de ser aquello que fue en un principio: ciencia del espíritu y altar y danza de las emociones. Lo que fue, todavía puede seguir siendo.




Ubaldo R. Olivero


1 comentario:

Anónimo dijo...

"..bailando..
hasta el espíritu santo se pone blando.."
(Facto Delafé)