Se titula El escritor porno pero ya le dije a Enrique, su autor legítimo, que no llena ni alcanza ese título las páginas efervescentes de su historia. Son más de 300 páginas pero muy bien conseguidas. No sé por qué tengo la impresión que de mantenerse ahí, en el yunque, una palabra detrás de otra, y habiendo leído lo que ha leído, sus historias llegarán lejos. Y yo estaré ahí para disfrutarlo y brindar los dos, con Sol y Esther, lectoras inmensas y platas de buena ley, por aquella famosa generación perdida que se perdió para que nosotros la encontráramos, que sembró para que nosotros recogiéramos una buena cosecha, y de ser posible, y con mucho trabajo, sembráramos a su vez otras semillas. Ya Enrique sembró una y andan por ahí por su casa tres o cuatros historias que más tarde o más temprano llegarán a donde tienen que llegar. Y muchos lectores se sentirán que no lo han estafado con envoltorios llenos de brillantinas y bagatelas. La leí y me gustó mucho y sé que tendrá un buen viaje, de esos viajes que nos llevan y uno no sabe por qué ni cuándo se pierde aquí para encontrarse en otros lados, pero uno sabe y siente que se siente bien. Lucía, esa visiocilla de la novela, Darío el poeta, Alonso, el santo de Matías con sus buenas borracheras, porque Matías es un santo, si señor, un día llegarán a muchas casas y le darán calor, lo intuyo. Felicito al autor Enrique Castro, por ese feliz logro y en espera de otras cosechas dentro del Carpe Diem donde se mueven, entre trajín de bebidas y parroquianos vivos y siempre sedientos, Vanesa, la buena de Fuensanta allá dentro entre los fogones, Estrella... en fin, que ya los conocerán ya. Cualquier día se les cuelan en casa y yo me alegraré de que así suceda. Y Pedro edificará otras iglesias con palabras.
Ubaldo R. Olivero
1 comentario:
Que le guste a usted, crítico avezado, tratante de libros, letraherido y último bastión de la bohemia, ya es un orgullo.
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