Su Santidad, las Navidades, me incomodan un poco. No se trata de que la gente sienta necesidad (o la necesidad los necesite a ellos para que se dejen los pocos ahorros en menudencias y velas de poca navegación) de ganarse un trocito de paraíso, ni de que aquel o aquella que vivió en disgusto con la familia todo el año ahora encuentre el pretexto de trabajar esas arrugas, ni de que al humilde con escasos posibles que salta de metro en metro le echen una monedita en el vaso para el mínimo sustento, ni de que las cancioncitas de turno emocionen al más duro de cuore (o de oído) y ahora se ablande un poquitín, nada de eso. Es el montón de boberías que se venden y el millón de estrategias de los comercios y los anuncios donde salen caras de niñitos y niñitas implorando que muestres tus debilidades porque tu también eres humano y te diferencias de los otros animales con deferencias, y gestos de mucha fe, una migaja sobre otra. Y las luces esas con que infectan a la ciudad ¿No eran las mismas cuadriculadas del año pasado? ¡Uniformados de todos los países, uniformaos! Si su Santidad Jesús despertara (si de veras existió) dios, se llevaría un susto tremendo. ¿Se volvería a morir por segunda vez y el Poncio Pilatos de turno sería el Belén ese que han montado ahí frente a La Generalitat? Por cierto el otro día pasé y vi seis sillas en la famosa cena ¿se las robaron o la crisis permite el dos por uno y las otras son invisibles?
Ubaldo R. Olivero
1 comentario:
Es que este año solo han podido ir seis discípulos: los demás están buscando curro.
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