martes, 21 de julio de 2009

Palabras

Juntar palabras y hacer notar mediante su dispocición y varias estrategias que se dice algo, eso es relativamente fácil. Si en una obra no hay un dilema, (o más de uno)pongamos una cierta disyuntiva, cráteres que nos lleguen corazón adentro, corre el sacrosanto peligro de quedarse en el simple ejercicio de gramática torpe. De gramáticas torpes, infectas, vacías de contenidos, están repletas todas las bibliotecas del mundo. Lástima que todavía algunos/as se crean que porque junten y peguen cuatro frases moderadamente hilvadas (sí, hilvadas, no hilvanadas) están diciendo algo. ¿Leen alguna vez algún libro? ¿O únicamente se limitan a deletrear? Me temo que ocurre esto último y muchos lectores/as, pobres, se pierden, porque ni saben distinguir ni descifrar, y además salen más confundidos del bosque de palabras, porque un escrito viene a ser más o menos eso: un bosque de palabras, sí amigos/as, pero hay bosques y bosques así como un dromedario y un camello no son necesariamente lo mismo aunque cumplan parecidas funciones en lugares de recio sobrevivir; y protéico y proteínico funcionan como sinónimos por mucho que lo pongan entre los bastidores de la duda ciertos profesores/as, que sé que así es. ¿Y que hace uno como modesto lector que es y no lector tan desatento? Pues continúa dándose un viajecito, un bañito en las fuentes, porque las fuentes todavía mantienen un grado de pureza que ilumina y no daña, que antaño la prisa por hilvar era menos prisionera de la prisa y se pensaba un poco antes de ponerse a la tarea de crear, de buscar una comunión entre unos y otros, entre aquel que quiere añadir algo mediante señales y aquel otro u otra que aguarda para recibirlas y tener movimientos en el pensar, fueran los que fueren. Nos vemos el miércoles que viene. U. R. Olivero